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jueves, 16 de febrero de 2017

El ejercicio de la cirugía en el imperio mexica [Resumen]

Las medicinas prehispánicas en México son uno de los grandes avances que lograron florecer las culturas mesoamericanas; en México-Tenochtitlan su práctica médica y quirúrgica se consideraba como uno de los más grandes testimonios del esplendor de su cultura. Logró impactar el desarrollo de la medicina y cirugía; estos médicos mexicas acumularon una colección de datos tanto clínicos como patológicos basados en la observación y experimentación.


Integraron una nomenclatura médico quirúrgica que da a conocer sus grandes adelantos en este campo, no sólo en la anatomía externa sino también en la interna. Además contaban con una variedad de sustancias simples y complejas con narcóticos y estimulantes de origen vegetal, componentes de origen animal y mineral.

Según fray Bernandino de Sahagún, no había una separación entre la medicina y cirugía. La práctica quirúrgica se consideraba una consecuencia técnica del conocimiento y ejercicio médico, de modo que el buen médico debía ser un buen cirujano. Las cualidades del médico que integra la práctica de la medicina y cirugía: “el médico suele curar y remediar las enfermedades; el buen médico es entendido, buen conocedor de las propiedades de las yerbas, piedras, árboles y raíces, experimentado en las curas, el cual también tiene por oficio saber concertar los huesos, purgar, sangrar y sajar y dar puntos y al fin librar de las puertas de la muerte”.

Sin embargo, la misma práctica demuestra que realmente existía una separación entre la medicina y cirugía desde el momento que cada uno tenía un área de acción determinada. Su práctica de la medicina tenía una organización bien establecida que les permitió un sistema de especialidades muy avanzado, permitiéndoles acumular gran experiencia  para el manejo de enfermedades.

Su especialización comenzaba realmente desde el momento que hombres y mujeres recibían la atención por los médicos de su mismo género, Motolinía menciona: “a las mujeres, siempre las curaban otras mujeres, y a los hombres otros hombres.”

De acuerdo a la práctica de un procedimiento determinado, estaba el médico general se le conocía como ticitl o tepatiani, aquél que se encargaba del manejo de las enfermedades internas era el tlamatepatliticitl, y el cirujano, el toxoxotaticitl; el tepatiani, curador de la mollera, presionaba el paladar de los niños con el fin de acomodar la fontanela; el tezoani, pintaba figuras en el cuerpo antes de realizar una sangría para curar la disentería.

Otros como el tezalo o teomiquetz, manejaban las fracturas de los huesos; tlancopinaliztli, el dentista; texiuhqui, encargado de rasurar con navajas el lugar que indicaban los cirujanos; las parteras que ocupaban un lugar preponderante; y los cirujanos de trauma, formaron parte de un cuerpo médico militar dentro de los ejércitos, y se encargaban de la atención de los lesionados en el lugar de la batalla.

Los procedimientos quirúrgicos realizados eran varios y variados, y como mencionado antes, con un especialista dependiendo de la herida o enfermedad a tratar. En las suturas, se utilizaban puntos separados empleando cabellos limpios aplicando posteriormente sobre las heridas balsamos, maripenda y leche del itzontecpatli, del tabaco y otras hierbas. En regiones especiales como la nariz, la suturaban con cabellos y aplicaban sobre los puntos miel blanca mezclada con sal. Para el labio usaban la misma técnica de sutura, aplicando sobre ella savia del maguey llamada meulli.

Para el manejo de heridas, desarrollaron un completo sistema de clasificación relacionado por un lado con los instrumentos causales, generalmente las armas de guerra como flechas, lanzas, macanas, etc. Por otro lado, de acuerdo con Flores y Troncoso, las clasificaron en relación con las regiones anatómicas comprometidas: al primer grupo corresponden las temotzoliztli heridas superficiales o rasguños; en el segundo grupo las dividieron en quecheotonaliztli a las heridas de la cabeza.


En el drenaje de abscesos utilizaban una mezcla de cal con del pícietl para permitir su maduración y a continuación hacían una incisión en cruz para drenar la pus, posteriormente lavaban con orina, aplicando después ocótzol.

En el manejo de pterigión, los cirujanos teixpati, los cuales conocían y clasificaban las enfermedades de los ojos en relación con la estructura afectada como los parpados, la conjuntiva, córnea y el cristalino. Sahagún se refiere al pterigión como “enramada de los ojos”; su tratamiento era mediante la incisión de la membrana conjuntival afectada, con una espina, aplicando después leche de mujer, mezclada con el jugo de la hierba chichicaquílitl y la savia de la raíz de la hierba yiztaquíltic, de esta manera desaparecían las lesiones.

Para el manejo de amigdalitis, mencionada por Sahagún como “enfermedad de las sequillas”, la técnica consistía en realizar una incisión sobre ellas “hasta la raíz” y después de extirparlas aplicaban piciete molido mezclado con la yerba llamada yietl con sal, aplicándolo caliente; cuando en el lecho amigdalino aparecía el exudado fibrinoide: “la carne se fuere pudriendo”, se tomaba una penca de maguey secada al sol, y pulverizada se aplicaba en el lecho.

En la circuncisión, la realizaban a los recién nacidos en ceremonias rituales durante la fiesta de Huitzilopochtli.

Las amputaciones fueron las cirugías mayores realizadas por los cirujanos indígenas y cuando era supracondílea en el muslo le llamaban tlanquatepuntic; las del brazo mantepultic y las desarticulaciones se designaban como nitetzatzayaua.

Para el manejo de fracturas y luxaciones utilizaban dos maniobras fundamentales: la extensión y la coaptación. Al lograr la alineación se procedía a la aplicación de emplastos consistentes y pegajosos con raíz de acotle y tuna sobre la lesión, al secarse se endurecían, luego usaban plumas y un lienzo para cubrir y acojinar la parte afectada, finalmente, alrededor y siguiendo en eje longitudinal del hueso aplicaban cuatro tablillas llamadas vapaltontli que sujetaban a la piel con cuatro cintillas. Se mantenía durante veinte días permitiendo la consolidación de la fractura.  En fracturas desplazadas y complicadas con defectos en la consolidación, exponían nuevamente la fractura, reavivando por raspado sus extremos e introducían en el canal medular una varilla de ocote fijándola y luego se volvía a manejar con la técnica ya descrita. Las luxaciones eran manejadas por cirujanos especializados: tezalos, y para la reducción de luxaciones hacían compresión en la zona afectada continuando con extensión forzada hasta conseguir su alineación, para la inflamación que la acompaña molían las raíces de cocolpatli aplicándola de dos a cuatro veces al día. En caso de que los signos inflamatorios persistieran realizaban una sangría (sangrado).


Los grandes avances y conocimiento de los Mexicas sorprendieron a los conquistadores, Fray Toribio de Benavente, quien llego a estas tierras nuevas quedó impresionado por los adelantos de la medicina: “tienen sus médicos, de los naturales experimentados, que saben aplicar muchas yerbas y medicinas, que para ellos basta; y hay algunos de ellos de tanta experiencia, que muchas enfermedades viejas y graves, que han padecido españoles largos días sin hallar remedio, estos indios las han sanado”. Como en el caso de las fracturas desplazadas, señala Viesca Treviño que la técnica utilizada no fue utilizada hasta la Segunda Guerra Mundial, dando muestras por lo tanto del notable progreso de la cirugía indígena.

Sin embargo, durante la conquista y colonización de la evolución del saber indígena tratada quedó fatalmente truncada, ya que los pueblos sometidos cambiaron en forma dramática su forma de vida, debido al poder aniquilador sobre la población y devastador ocasionado por los peninsulares. De este modo el desarrollo de la medicina indígena que pudo haber evolucionado hacia grandes avances, quedó fulminado repentinamente junto con el imperio azteca.

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